Stranger Girls
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 Crónicas de los Tres Reinos

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2 participantes
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CassieDark
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CassieDark


Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 05/05/2016
Edad : 33

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MensajeTema: Crónicas de los Tres Reinos   Crónicas de los Tres Reinos EmptyDom Jun 14, 2020 5:08 pm

Tres reinos en precaria paz, una tierra maldita, un trono disputado.

Dukur, Belenus y Astarot, tres reinos que llevan siglos en paz después de una larga y sangrienta guerra que llevó a un cuarto reino al olvido. En la actualidad, el rey de Dukur está sin heredero, es ya anciano y ve que su final está cerca, así que convoca una prueba para elegir al próximo rey que lo sustituya. Una prueba que consiste en reunir tres reliquias pertenecientes a los tres dioses que gobiernan sobre ellos. Pero estos objetos son mas mito que realidad y será una búsqueda ardua, que pondrá a prueba no solo la fuerza y la astucia, si no también el alma y el corazón de los participantes.


Última edición por CassieDark el Vie Jun 19, 2020 12:51 am, editado 2 veces
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Navicore
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Mensajes : 17
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MensajeTema: Re: Crónicas de los Tres Reinos   Crónicas de los Tres Reinos EmptyMiér Jun 17, 2020 10:19 am

- ¡Kange sírveme otra! – Gritó uno de los clientes habituales desde el otro lado del recinto - ¡dile a tu camarera malas pulgas que me lo traiga!

- ¡Tiene nombre! – Le responde Kange mientras sirve la cerveza – ¡Pero yo no lo usaría mucho, eso solo la hace enfadar más! – me guiña alegre un ojo mientras pone la jarra en mi bandeja, ante las risas de todos los presentes. Me acerco al hombre sin decir una palabra y pongo la jarra de cerveza en su mesa.

- No se lo digas a Kange, pero tú eres mi favorita – dice el hombre mientras coge la jarra, le da un largo sorbo y mira a otro de los clientes habituales – ¡eh Jim ¿a que esta es la mejor camarera del mundo?!

- ¡Tiene un carácter peor que el de mi suegra!, pero fue la única en plantarle cara al cobrador – responde Jim agitando la jarra en su mano y desparramando cerveza hacia todos lados.

El cobrador, no era otro que Timothy McNeal, el hijo del respetado banquero Gregory Mcneal, las viviendas de tres manzanas a la redonda le pertenecen, salvo el edificio donde se encuentra “El Siervo Sagrado”, Shappa se encargó de que nadie tocara nuestro hogar, y se lo agradezco. Recuerdo que cuando éramos niños, él correteaba junto a nosotros con sus mejillas rechonchas y coloradas, su pelo bien peinado y su ropa cara; mientras su institutriz lo vigilaba, y le daba instrucciones a lo lejos. Pero al final sucedió lo que siempre sucede, los pobres comenzaron a trabajar jóvenes, mientras él estudiaba y luego se marchaba a la universidad. Y cuando regresó, habiéndose gastado media fortuna de su padre en bares y prostitutas, su padre lo puso a cargo de los inquilinos, un trabajo sencillo para un hijo que no había adquirido ni la mitad de su habilidad en los negocios o la inteligencia necesaria. Así que, escoltado por dos matones, se paseaba todas las semanas atormentando a familias, subiendo precios y sintiéndose intocable, para luego beberse gran parte de las ganancias en el bar, con su aire de grandeza y contando a viva voz a quien había dado una paliza o quien había llorado suplicando compasión.

“El Noble Bastardo” no solo era el bar más conocido del barrio pobre de la ciudad, era la zona neutral donde todos eran amigos, desde miembros de bandas rivales hasta extraños viajeros que helaban la piel con solo mirarte. Y en diez años abierto, no hubo ni una bronca digna de mención, todo el mundo sentía un gran respeto por Witca, el dueño del local, y como un secreto a voces que solo sucede en los barrios bajos, este era al hombre al que recurrir si tenías problemas. Hasta una noche catorce años atrás, un fuerte sonido de vidrios rompiéndose despertó a la mitad del barrio, pero cuando la gente llegó a las puertas del bar ya era demasiado tarde, y la imagen que encontraron atormentaría por años a la memoria de la gente, el cadáver de Witca colgaba en la entrada con cinco cuchillos clavados en el pecho, mientras que sus hijas se encontraban desaparecidas. Los mismos vecinos cerraron el edificio y enterraron el cadáver, con todos los honores en uno de los funerales más recordados de la ciudad.

“Aquí yace Witca Tala, amigo de todos” rezaba su lápida.

Y desde entonces el bar se mantuvo intacto y cerrado a cal y canto, como un triste recordatorio de la unidad del barrio. Cuatro años más tarde, una intrépida mujer compraría el edificio a pesar de la negativa de los vecinos, que todavía esperaban el regreso de las hijas de Witca. Pero su carisma, gran corazón y carácter desvergonzado le harían ganarse rápidamente el corazón de los vecinos. Un nuevo punto neutral comenzaba a surgir, y el secreto a voces de que la dueña de “El Siervo Sagrado” era a quien debías recurrir por ayuda, comenzó a circular rápidamente por la ciudad. Por desgracia, Kange todavía no tenía la gran reputación de Witca, y para algunas personas el que hubiera aparecido de la nada, y que poco se supiera de su pasado, no hacía nada más que levantar sospechas, pero estas no impedían que los que la criticaban acabaran bebiendo en el bar al caer la noche. Personas como Timothy, que no se cortaba la lengua en humillar y maldecir a cuanta persona tuviera cerca, ante la impotencia de todos.

Esto no habría pasado con Witca” le susurró un hombre una noche mientras salía del local, lo suficientemente alto para que solo Kange lo escuchara, o alguien con un oído muy fino.

- ¡Eh Taima, cóbrame! – Dorian interrumpe a Jim, justo antes de que comience uno de sus largos monólogos y me saca de mis pensamientos. Me acerco a la mesa y cojo las monedas, ante su atenta mirada, no ha dejado de sonreír en ningún momento y es de los pocos que me llaman por mi nombre con total confianza – Yo también estoy de acuerdo con los chicos – me hace un rápido movimiento con los ojos en dirección a Jim, y yo lanzo una risilla al ver que los chicos son hombres curtidos, algunos incluso bisabuelos, y le devuelvo la mirada amablemente.

- Hasta luego – le respondo, y me marcho en dirección a la caja, donde Kange nos observa atentamente.

- Al hombre no se le ha visto ni la sombra desde entonces – Escuchaba decir a Jim detrás de mí – dicen que se fue con la cola entre las piernas a llorarle a su padre, pero que al parecer este no sabía que cobraba lo que le venía en gana o que amenazaba a la gente, así que al día siguiente le hizo ir puerta por puerta pidiendo disculpas a todos sus inquilinos. El señor Gregory, eso sí que es un buen hombre.

- Era un buen amigo del viejo Witca, eso ya habla bien de él – le responde el hombre a su lado. Y mi corazón se encoge de dolor, Kange que no me ha quitado la vista de encima se acerca a mi para cogerme la mano, pero me doy la vuelta y bajo a la alacena antes de que me toque.

- Es cierto – continua Jim – recuerdo el día del funeral, lloró frente a todos nosotros, además es el quien paga el mantenimiento de la tumba, se asegura de que siempre haya flores… - es lo último que oigo a lo lejos, pero mi mente ya no está allí, mi mente siempre está en otra parte.

El día que entré en “El Ciervo Sagrado” pensé que me había encontrado con la mayor falta de respeto a la memoria de mi familia y su linaje, no es que eso me hubiera importado lo más mínimo, la noche roja había sucedido hace casi cuarenta años atrás y se había transformado en una leyenda de terror que se contaba a los niños desobedientes, yo entre ellos, la ironía era que la historia de la muerte de mis tíos, abuelos y primos la escuché más de una vez de parte de mi profesora por reírme con mis compañeros en clases, aunque en esos tiempos que guardo con nostalgia en mi corazón, yo era totalmente ignorante de mi propia historia. Lo que en verdad me irritaba de aquel lugar, es que antes había sido mi hogar y alguien lo había profanado, no solo montando un bar sobre los restos del de mi padre, sino que tenía la indecencia de ponerle el título de la matriarca de la familia, solo porque lo mencionaba una ridícula leyenda mal contada y nadie tenía ni idea de lo que significaba.

Tú no tienes ni idea de lo que significa” la voz de Ishna resuena en mi mente, el me crio, sabía más de lo que debía, pero no lo sabía todo. “solo tu padre podía decirte que significaba, pero eso no le resta valor a lo que tú eres
Lo que yo era.

Es ese momento, frente a ese ridículo cartel con un ciervo blanco pintado, era una persona terriblemente enfadada. Así que entré en el bar dispuesta a matar al dueño.

La taberna se encontraba llena de gente, pero por suerte encontré una mesa junto a una pared al otro lado de la sala y me senté mirando en dirección a la barra, esperando encontrar a mi presa. La vi, se acercó a mí con una sonrisa pícara, hasta que nuestras miradas se cruzaron y esta se fue difuminando de a poco hasta confirmarme que ella sabía quién yo era. Nos quedamos mirando fijamente, como dos extrañas que se conocen muy bien, todo en ella era diferente, y si hubiese pasado junto a mí en la calle no la habría reconocido, pero su mirada, la mujer que tenía frente a mí era sin duda mi querida hermana a la que llevaba creyendo 14 años muerta. Sus labios temblaron, pero la vi incapaz de hablar.

- Una cerveza estaría bien, gracias – apoyé mi espalda contra el respaldo de la silla, y continúe manteniendo su mirada con absoluta serenidad.

- Una cerveza – repitió, pero siguió sin moverse.

- Si, por favor.

Dio media vuelta, pero no se movió del lugar.

- ¡Eh Kange! Necesitas una camarera, los chicos y yo queremos otra ronda de cerveza, y creemos que un día de estos no vas a dar abasto – gritó un hombre mayor de pelo gris.

- Es curioso que tengas dinero para cerveza y no para pagar el alquiler – le espetó un muchacho desde la barra, tenía un porte altivo, cabello rubio y corto, y una sonrisa despectiva. El volumen de su voz era lo suficientemente alto para que todo el mundo reconociera su voz, reinó el silencio y estaba claro que el chico disfrutaba de la atención.

- Pago mi alquiler todos los meses, como llevo haciéndolo durante treinta años muchachito, también le doy de comer a mi familia con el esfuerzo de mi propio trabajo, y nunca he tenido que mendigar a mi padre nada.

El chico se puso de pie de un salto, ante la risa de todos los allí reunidos, dos matones entraron en el local, pero mi hermana se interpuso rápidamente.

- ¡Basta!, no toleraré peleas en mi bar. Timothy, todos los meses es lo mismo contigo, si no te sabes comportar, voy a tener que pedirte que te largues y no regreses nunca.

- Gentuza como tú no tiene el poder de ordenarme nada, yo soy la eminencia aquí, y a donde yo voy se hace lo que yo digo – cogió su jarra y de un sorbo se bebió el contenido – y yo digo que quiero beber otra cerveza.

Mi hermana no se movió del lugar, pero junto a ella, el hombre sentado a su lado se puso de pie y caminó hacía la salida susurrando “Esto no habría pasado con Witca”, lo cual me heló la piel.

- ¡¿Dónde está mi cerveza?! – gritó Timothy caminando en dirección a mi hermana.

- He dicho que te largues de mi bar – ella no se movió ni un centímetro de donde estaba. Timothy levantó la mano para darle un bofetón, pero antes de que llegara a tocarla le cogí de la muñeca.

- La señora ha dicho que te largues – y sin esperar respuesta le rompo el brazo. Timothy con los ojos desorbitados abrió la boca para gritar, pero le arrebaté a mi hermana un paño de cocina que llevaba en el delantal y se lo metí en la boca hasta la garganta. Este fue el momento en el que los dos matones reaccionaron y se lanzaron hacia mí. Cogí a Timothy que luchaba entre sujetarse el brazo roto con el brazo libre o quitarse el paño de la garganta, y lo hago girar en su propio eje, quedando con la mirada en dirección a sus secuaces, con una mano lo cojo del pelo y le tiro la cabeza hacia atrás, el chico lanzó un fuerte sonido gutural, y con la otra le pongo mi cuchilla de piedra en la garganta.

- Otro paso más y lo mato – lo que hizo que los matones se pararan en seco, comencé a caminar lentamente hacia la salida. Salimos acompañados de un silencio sepulcral, dentro del bar no volaba ni una mosca.

- Por favor no me mates – Timothy había logrado quitarse el paño de la boca y recuperado el aliento.

- ¿De verdad?, porque has sido realmente maleducado.

- No… no volverá a suceder, ¡lo juro! Me largaré de aquí, no volveré nunca más, pero por favor déjame ir – las lágrimas comenzaron a caer de sus mejillas – por favor, di algo, di que me vas a dejar ir.

- Esto es lo que vas a hacer, vas a irte de aquí con tus dos matones y no volverás a poner un pie en el bar, y si lo haces te cortaré ese pie, me entiendes.

- Si, lo entiendo.

- Ahora pide disculpas.

- ¡¿Qué?! Pero si…

Giro su cabeza en dirección al bar, donde todos se han agolpado en la puerta.

- Perdón si he sido un mal vecino… - comienzo a decir en su oído.

- Perdón si he sido un mal vecino… - repite Timothy a la par – he sido un tonto y un maleducado.

Lanzo a Timothy que cae de bruces frente a sus matones, estos lo cogen de los hombros y lo levantan, en medio de sus lloriqueos y farfullando cosas como “mi padre se va a enterar” mientras se perdían entre las calles de la ciudad.

Guardo mi cuchillo lentamente en su funda, ante la mirada atónita de todos los clientes del bar y miro a mi hermana.

- He oído que necesitas una camarera.
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